sábado, 25 de agosto de 2007

Nunca se supo si se apellidaba Quijada o Quesada, pero algunos aseguran que se llamaba Quijana. Este caballero, en sus ratos de ocio, los que no eran pocos, se aficionó a leer en forma desmedida libros que trataban de las aventuras de los caballeros andantes; tanto le absorbió el seso este tipo de lectura, que descuidó la conservación de su fortuna y vendió parte de sus tierras para comprar más libros de esa especie. Naturalmente, esta extraña afición habría de hacerle perder el juicio, ya que comenzó a creer en serio en enserio en la existencia de encantamientos, batallas, desafíos, luchas con gigantes y un sinnúmero de disparates, que no otra cosa tenían aquellas estrambóticas lecturas.

Encuentro muy genial este fragmento de Don Quijote... Igual que este hidalgo todos tenemos algo que nos consume por dentro, que nos hace perder la cordura, nos inpulsa para hacer y ver lo nunca antes visto o logrado